Del Quilpo a San Marcos (o de cómo las cosas chiquitas te llenan de amor)
La Traffic blanca avanza demasiado rápido para mi gusto por ese caminito de ripio. El traqueteo permanente y los saltos en el asiento ya se hicieron costumbre. En otro momento quizás me hubiese sentido insegura por ir andando con la puerta de atrás abierta, pero ahora lo veo casi como otra aventura. El polvo que entra por las ventanas y por la puerta tampoco me molesta demasiado, y el calor no me sofoca para nada. Todo en este lugar me pone de buen humor. Todo lo que en Buenos Aires podría ponerme violenta, acá como mucho me sorprende o me abre una puerta a la reflexión. Córdoba me hizo eso. Y el Quilpo más todavía. Desde que estoy acá me llene de buenas vibras y no puedo hacer otra cosa que ser feliz. Soy una porteña en proceso de desintoxicación. Amo a todos y quiero ser hippie para siempre. La Traffic enclenque sigue andando al palo, y en el estéreo suena cuarteto. Estoy haciendo uno de los tantos viajes para ir a comprar morfi a San Marcos (desde el camping a san Marcos hay 8km).