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Mostrando entradas de marzo, 2012

Tea for five

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Entró a la casa y de nuevo, el silencio. En el aire, la mezcla de frío y olor a cigarrillo se le hacían extraños y no tanto. En la cocina, cinco tazas con el fondo amarronado de café esperaban que alguien las esterilice. En el baño, una colilla de cigarrillo flotaba en el inodoro. Repasando los cadáveres de nicotina que había visto al entrar, recordó que una colilla amarillenta descansaba también en la pileta de la cocina. Claro…la abuela, pensó. Sí, la abuela esa tarde había agarrado la botella de ron y después de un largo trago, expresó con un placer que impresionaba: “ ¡¡Aaaaaaargh, qué rico es!!”. La tarde se pasó entre charlas aturdidoras, interrupciones, celos y gritos. Bueno, pensó….siempre es un poco así tomar el té una tarde con las mujeres de la familia.

Alicia en hora pico

--> --> —¡Arriba, doña! ¿Listo? Guarda que le cierro la puerta, ¿eh? —exclamaba el conductor, dirigiéndose a una señora con la amabilidad que tanto caracteriza a los de su profesión. Al mismo tiempo y con la misma amabilidad, la gente empujaba demostrándose todo el amor del mundo. El vehículo avanzaba y los pasajeros lanzaban bufidos al oído del acompañante más cercano. Una tarde como todas las demás, a esa hora en que su estómago empezaba a quejarse con rugidos atroces, Alicia se tomaba el 78 en Chacarita (después de haberlo esperado más de media hora, claro, porque el cartel azul era el que pasaba con menor frecuencia) y seguía los mismos procedimientos de manera casi mecánica (“casi” porque siempre se ponía a pensar en su automatismo, entonces pretendía consolarse pensando que ella no era tan autómata si por lo menos sabía que era autómata). Primero esperaba a que la señora, a quien ella gentilmente había dejado adelantarse, pusiera en la máqui