El culo grande y la luz interior (feliz cumple, Rosana)

Muebles de mimbre. Cosas dulces caseras. Cuentos antes de irse a dormir y siempre. Libros, lápices, hogar. Dedos anchos y una nariz que termina en pelota. Unos lunares en forma de hormiguita que casi tocaban el labio y que un día se fueron. Una risa contagiosa que sale desde la panza. En todas estas cosas pienso cuando pienso en mi mamá. 



Mi mamá irradia calorcito. Y si te apoyas en su pecho, ese olor a mamá te cura, te abriga y protege de todo. Es un olorcito que nadie más en todo el mundo tiene. No importa si ya tenés más de 30 años, volver a mamá es siempre lindo. Como caminar sobre algodón. Como el merengue de los lemon pie de mamá, o sus panqueques, que son esponjositos cuando rompés el caramelo.
Mi mamá tiene el poder de convertir cualquier espacio en un hogar: lo llena de colores, de calor y de olorcitos que te hacen quedar ahí por mucho rato (como en su pecho).


Mi mamá me compraba cuenta-cuentos que yo escuchaba mientras miraba los dibujitos de los libros cuando todavía no sabía leer. Ella se sentaba y escribía. Yo asomaba la nariz por encima de la mesa y la miraba. Y me hipnotizaba la forma en la que la parte superior de la lapicera se movía haciendo círculos, o formas que no podía seguir del todo, porque iban muy rápido. Yo agarraba una lapicera y la copiaba. Si hacía los mismos movimientos con la mía, seguro que ya iba a poder escribir con letras. Aish… pero no, salía un garabato. Bueno, algún día….


Mi mamá me enseñaba canciones para mirar la lluvia por la ventana. Y siempre hacíamos algo lindo aunque nos quedáramos adentro. Con mi mamá cantábamos con el disco de los Twist limpiando la casa los sábados a la mañana. Ese disco de los Twist tiene olor a cera Suiza.  Y las pelis que veíamos los domingos todos juntos tienen gusto a pochoclo acaramelado.

 
Uno siempre en la casa de mamá es feliz. Ahí se pinta, se dibuja, se toma la leche con cosas ricas y se baila. Y se crece, para querer ser algún día como esa mamá que tiene un sol resplandeciente adentro. Y que estudia y trabaja y lucha, que todo lo que hace lo hace con un amor espectral gigantérrimo que todo lo envuelve.


Cuando mi mamá tenía 20 años, me tuvo a mí. Yo era un poroto muy chiquito que se tuvo que quedar en una cajita de cristal para terminar de crecer antes de salir al mundo. En la Maternidad Sardá, durante casi tres meses enteros, mi mamá me acompañó, me puso musiquita y me dio todo su amor. Y nunca dejó de creer en mí. Yo salí a la vida y fui feliz y lo soy. Y ahora miro a mi mamá y sé que es la persona a quien más admiro en todo el planeta. Ojalá todos los seres humanos fueran capaces de dar tanto amor sin tapujos.

De mi mamá heredé el culo grandote y la adicción a las cosas dulces. Pero además, todo lo bueno que tengo en mí, sé que sale de mi mamá. La capacidad de curar con un abrazo, la luz, las ganas de crear, de moverse, y esa costumbre de que nada de lo que hacés te lo quedás sino que se lo regalás al mundo. Gracias.

Feliz cumple, mamma. Te quiero hasta el cielo infinito punto violeta.

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