“Una cosa es que te maten directamente, Y otra que te aturdan” Una mañana de domingo, nieve. En short y bata, bajo a la cocina. Pongo un disco, me hago un mate. Miro por la ventana: nieva. Estoy cansada, esto de tener que irme y no conseguir alquiler me saca el sueño, me aturde. Mientras me hago unos panqueques de banana, canto para distraerme del aturdimiento de no saber a dónde voy a vivir. Pongo a lavar ropa. Miro afuera: nieva. Nieva y ellos, turistas gorditos de camperas compradas especialmente, se acercan. Suben desde la calle a mi jardín, trepando el camino como zombies guiados por sus selfies. Comienza (o sigue) el aturdimiento. El señor turista pretende no escuchar mis golpes en el vidrio de la cocina y sigue sacando fotos. Le grito “¡estás en mi casa, loco!”. Gira su mirada atontada hacia mí y, como nene que no quiere bajar de la calesita, grita “¡un segundo más!”. Lo que aturdía, crece. Crece y sube. Afuera, nieve. Adentro, fuego. Fuego me sube por los pies y, cuando veo l
Lo primero que ella vio fueron sus pies, abrigados con medias gruesas azules y alpargatas negras. El pie izquierdo adelante guiaba al derecho torcido hacia afuera. Entonces, con una mano hinchada, agarraba fuerte el bastón para ayudarse y así avanzaba por la calle que empezaba a hacerse cada vez más empinada. Cada cinco pasitos, el viejo paraba para tomar aire. Cada tres pasitos. Cada dos. Ahora se apoyaba en el paredón y miraba un punto fijo a lo lejos, mientras recuperaba el aliento. —¿Quiere que lo ayude? —le preguntó ella, extendiendo el brazo derecho para que él se agarre. La mano del viejo le agarró el brazo y le dio unas palmaditas. —Querida, agradezco tu espíritu solidario, pero tenés que entender que esto es un tema conmigo mismo. —La mano de las palmaditas ahora rebotaba contra el pecho del viejo. Sin dejar de agarrarse, el viejo siguió, con una cadencia lenta y constante, y con el tono y la voz que poseen sólo los sabios: —Sabés, yo soy de Buenos Aires.
Empecé a llevar el presente Blog en el año 2011, con esta entrada . Es decir que fue ya hace más de 7 años y medio que estas hojitas en blanco en la pantalla me desafiaban por primera vez a tirar al universo todas mis pelotudeces escritas. Mejor acá que dejar que se llenen de humedad en cuadernos que se van enfriando. Bastante tiempo después, en 2016, ya viviendo en Bariloche, viajo. Y creo necesario abrir otro Blog , para ir anotando mi experiencia en el camino. Hoy los dos Blog se mezclan y entonces la niña cacique de mi infancia le comparte una galleta un poco baboseada a Etelvina , el espíritu viajero. Porque, quién te dice, no hacemos más que viajar, a veces hacia adentro, a veces hacia afuera. Los invito a leer sobre los viajes hacia afuera en Etelvina. Y el resto, supongo que seguirá siendo subido por acá, aunque es muy probable que termine otra vez desordenado.
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