Allegro ma non troppo

Abrió los ojos y sintió el calorcito de la baba correr por la mejilla izquierda. El rastro tibio le señaló el camino hacia la almohada que ahora estaba hundida por la huella de su cabeza y mojada por el charquito en forma de pera, evidencia de que ella se había entregado de lleno a un sueño profundo. 


Tomó aire por la nariz, apretó fuerte los labios aguantando la respiración y se paró de un solo movimiento. Caminó torpe hasta la cocina y, en su paso por el living, supo que su mirada hiperquinética no le daría paz hasta que encontrara un medio de desagote para ese aliento comprimido. Todavía sin largar ni un hilito de aire, sus pies descalzos sobre el mosaico frío siguieron bailando en la búsqueda, hasta que sus ojos se anclaron por fin en un anotador A4, que la esperaba sobre un estante de la cocina. Manoteó rápido una lapicera del mueblecito, y justo cuando estaba a punto de ponerse azul, se sentó, descomprimió los cachetes y,  entre un exhalar ahogado y un inhalar con un ronquido, empezó a escribir todo lo que había soñado.



doce de  septiembre de 2012

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