Alicia en hora pico II

El ruido del ventilador no la deja dormir. Casi casi que se toma una pastilla, pero sabe que si lo hace después nunca más (un nunca más que equivale a quién sabe cuánto, pero bastante tiempo será seguro) va a poder dormir naturalmente. It's all in your head, piensa. Pf.
La cortina barata se mueve por el mismo viento brusco que vuelve a tirarla contra la ventana. Afuera mucha gente ya está dormida hace rato, metida en un sueño que asocia cosas de su día con otras incoherencias que no recordarán. Estarán tejiendo momentos con olor a café, sensaciones placenteras y amores de sueños, de esos que permiten amar a personas con cualquier rostro y que borran a todo el planeta alrededor. Apilarán también miedos y fobias de las que ojalá despierten pronto, para volver a soñar y olvidárselas mañana. Si sólo estuviera en un tren, eso la haría dormirse. Nunca jamás fallaba. Sin importarle si era el ruido, o el movimiento que hacía las veces de cuna, ella se dejaba llevar y a los pocos minutos se fundía en un sueño que no se le permitía jamás en la cama. Entonces recordó.
Ese día el tren se llenaba de gente sin identidad con quienes ella compartía el viaje en hora pico de vuelta a su casa. Resignada a viajar parada, intentó tomárselo lo mejor que pudo y cuando el tren arrancó, apoyó su cadera en uno de los respaldos de los asientos, sacó el libro del morral y se metió por completo en esas líneas. Encontró en esas páginas un humor negro exquisito y una redacción más que cautivante. "The Satanic Witch" no era, contrariamente a lo que el común de la gente suponía, un libro sólo para almas negras y seguidores de ritos satánicos. Cualquier mujer con ansias de potenciar sus poderes de seducción debería leerlo, creía ella cada vez más. Quería ser una bruja. Es más, la palabra había dejado de traerle a la cabeza la imagen convencional de la bruja-madrastra malvada que le había vendido Disney. Una bruja bien podía ser...una Brigitte Bardot. O ella, que ya comenzaba a sentirse como una. Seguía avanzando en la lectura cuando sintió algo que sospechó era, para el resto de la gente en el vagón, por completo imperceptible.
Creyó sentir una mirada que la inspeccionaba, pero en ningún momento levantó la cabeza (además, la mirada podía estar dirigida a cualquier otra persona detrás de ella, con toda la gente que había en el vagón...). La mirada era intimidante, pero ella no dejó que esto la distrajera de su lectura. Se sintió halagada y descubrió que no quería devolverla ni reconocerla en absoluto (aunque para este entonces, ya había percibido de dónde provenía y podía darse una idea de las proporciones del observador). El tiempo pasó quizás más rápido de lo que ella calculaba y se dio cuenta de que tenía que bajar. Con el libro todavía en la mano, dio unos pasos en el andén cuando sintió que le tocaron el hombro. Se dio vuelta. El observador la había enfrentado, así como dicen que uno debe hacer si alguien lo persigue en una pesadilla (una de esas que tanta gente podría estar teniendo en este momento). Sólo que, en este caso, el perseguidor decidió quebrar la barrera y pasar al plano físico y real. Nervioso, comenzó a titubear, y ella vio el brillo que emanaban unos ojos oscuros que habían atesorado su imagen durante todo el viaje. Para su sorpresa, entendió que ese brillo era la luz que anhelaba una mañana fría de invierno, que podría abrigarla y devolverle el dorado de un rayo de sol en el mar.
—Me siento tan idiota diciéndote esto, y está bien que pienses que soy un idiota, pero tengo que decirte que no pude parar de mirarte durante todo el viaje.
Sin notarlo, además de ponerse colorada (cosa que sí había notado, porque sintió un fuego repentino que subía por su estómago para instalarse en sus mejillas), ella había sonreído de una manera en la que jamás le había sonreído a un extraño. Descubrió que al abrir la boca, no pudo decir nada de nada. Entonces él estiró la mano y le dio un papelito. Ella lo abrió y encontró una dirección de mail. Cuando levantó la cabeza, el observador se alejaba. Ella se quedó un rato más parada en el andén.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nieve y fuego

Como abrazar a los sabios

Los perfumes de Etelvina