Smartphone o tobogán de agua
No llevo encima ninguna de mis lapiceras ni de los cuadernos que
quiero. Me siento en un puto descampado sin los elementos que me ayudan
a hacer esa catarsis, a sangrar como yo sé, sobre el lienzo conocido.
El tiquitiqui del smartphone me mecaniza. Lo odio. Quiero sentir que
ruje la punta de una lapicera sobre lo áspero de un papel, quiero
sentir que otro trazo se apura sobre una superficie resbalosa, como
carne mojada que rechina veloz desde lo más alto de un tobogán de fibra
cubierto de agua.
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